Por desgracia cada vez es más frecuente leer noticias sobre alguna persona que ha subido a sus redes sociales un vídeo de tortura a uno o varios animales. Se trata de sádicos sin ningún escrúpulo que disfrutan con el sufrimiento de otros seres vivos y encima se jactan de ello públicamente.
Podría parecer simplemente un caso de alguien que centra
sus peores instintos con los animales, sin embargo, los estudios de psiquiatría
nos alertan de que estos casos son un claro signo de alarma.
La tortura no es un juego de niños
La mayoría de niños tiene una tendencia natural que le
lleva a comprender el dolor de los demás seres vivos. Esto quiere decir que si
un niño observa que un animal es maltratado, es capaz de interpretar las
señales de sufrimiento que el animal expresa (gemidos, actitud sumisa, intentos
de huida, etc.) y probablemente se sienta incómodo y dolido ante la visión de
tales actos.
Es precisamente esta empatía sencilla y natural la que le
permitirá, a medida que vaya creciendo, sentir interés por las emociones de sus
familiares y amigos y, con el tiempo, comprender cuándo alguien está triste,
alegre, enfadado, disfrutando, sufriendo, etc.
Sin embargo, cuando un niño tortura animales se está
acostumbrando a disfrutar del sufrimiento de otros seres vivos, quitándole toda
importancia al dolor de los demás. De hecho, si sigue cometiendo actos de este
tipo, es probable que a medida que vaya creciendo no desarrolle la empatía
hacia las personas, lo que puede llevarle a disfrutar también del sufrimiento
de los seres humanos.
Hay muchos estudios que señalan que niños que torturaron
animales en su infancia se convirtieron en adultos con comportamientos
antisociales, violentos o incluso crueles con otros seres humanos1.
¡Pero no es una mera casualidad! Es simplemente una cuestión de escala: tanto
los animales como los humanos somos seres vivos que sufrimos cuando nos
infringen dolor y podemos morir a causa de las heridas. Así que un niño que se
divierte torturando animales empieza a desarrollar un gusto insano por el
sufrimiento de los animales y, a medida que va creciendo, probablemente querrá
aumentar su placer con animales más grandes… Y, por desgracia, el ser humano
acabará siendo uno más de los animales de esa lista.
La importancia de la educación
Por eso es tan importante educar en la sensibilidad hacia
los animales. Si en nuestra sociedad tenemos espectáculos donde se exalta la
tortura a un animal, cuando un niño los presencie sentirá una contradicción
dentro de sí: “me da pena el animal pero veo que los demás disfrutan
torturándole”. Y, por desgracia, la resolución de esta contradicción es muchas
veces la negación de esa tendencia natural hacia la empatía: “si nadie más hace
caso de la pena que le da el animal, es que su sufrimiento no importa”, acabará
pensando el niño.
No son pocos los estudios2 que demuestran que
la educación en la sensibilidad hacia el sufrimiento
y necesidades de un animal tienen un valor pedagógico
altísimo:
1.
Mejora la autoestima al sentirnos queridos por
otro ser vivo.
2.
Reduce los niveles de estrés.
3.
Educa en la responsabilidad del cuidado de otro
ser vivo.
Y también en el caso de niños con autismo, discapacidades
o desórdenes neurológicos, son incontables los estudios a favor de introducir
en sus vidas el trato con animales para mejorar sus diversas patologías.
La inteligencia emocional
La empatía es la capacidad para ponerse en el lugar de
otra persona. Es la base de unas relaciones humanas de calidad, ya que nos
ayuda a comprender qué está sintiendo otra persona y poder actuar en
consecuencia para evitarle más sufrimiento (si éste es el caso).
Dicho en otras palabras: la empatía es uno de los pilares
de la inteligencia emocional, ya que nos permite aprender a gestionar nuestras
emociones y compartirlas con otros, desde la comprensión y el respeto. Esto
significa incluso una adaptación más sana e incluso exitosa a nuestra sociedad:
por ejemplo, una persona que es capaz de interpretar lo que sienten los demás,
sabrá que el día que su jefe está enfadado no es el mejor para pedirle un
aumento de sueldo.
¡Acabemos con la tortura animal!
Los animales son seres vivos que igual que los seres
humanos, sienten dolor y sufren. Es evidente que no tienen la misma
inteligencia que nosotros y no gozan de la misma libertad. Precisamente por
eso, nosotros que sí somos libres e inteligentes debemos evitar que el maltrato
y la tortura salgan impunes. Entre todos, creemos un mundo mejor.
Juan Dharma es Doctor en Filosofía y Psicología, investiga desarrollando aplicaciones terapéuticas de la hipnosis y el mindfulness. Y tiene un canal divulgativo sobre psicología en Youtube.
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1. Algunos estudios sobre la crueldad con
animales y los trastornos antisociales:
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